La psicoterapia centrada en el cliente no está conformada básicamente por técnicas. Sino, esencialmente, por actitudes del terapeuta, las mismas que pueden ser instrumentalizadas de diversa manera.
Se consideran así dos factores:
-
La actitud que tiene el terapeuta:
Su filosofía operacional básica frente a la dignidad y la significación del individuo (hipótesis básica).
-
Su instrumentalización a través de métodos adecuados:
Las actitudes del terapeuta deben ser trasmitidas de manera indirecta, impregnadas en las comunicaciones pero no formuladas abiertamente en ninguna de ellas.
El enfoque plantea más bien que el terapeuta debe ayudar a clarificar las emociones del cliente. Ser un facilitador en el proceso de hacerlas conscientes, y por ello manejables y no patológicas. Pero no asumiendo un rol de omnisapiente y todopoderoso, que lleva al cliente de la mano diciéndole «Yo te acepto» y devolviéndole «masticadito» el material que éste le proporciona. Si hay respeto sincero y absoluto, procurará más bien que sea el cliente quien dirija el proceso. En este caso las intervenciones del terapeuta se plantearán como posibilidades. Casi como ecos del material expuesto, y no como juicios de valor, afirmaciones o interpretaciones.
La imagen del eco puede servir para comprender el fenómeno: un eco es una reproducción amplificada y modulada (que implica una adecuada percepción y una buena dosis de empatía frente a lo reproducido), algo que suena igual y diferente al mismo tiempo, y que permite al emisor una recaptación novedosa y más completa del mensaje emitido (ahora es a la vez emisor y receptor de sí mismo, y ya no sólo emisor). Además, el eco supone un «algo» en comunidad con nosotros, otra persona (un alter-ego) que nos escucha y reproduce y/o reformula nuestros mensajes en un ambiente de aceptación. No se dan consejos, diagnósticos o interpretaciones.